El pasado lunes, día 28 de enero, La Tertulia organizó y celebró un homenaje a Andrés Vázquez de Sola, en el que participé. Éste es el texto de mi intervención.
Eduarco Castro: Palabras para el homenaje a ANDRÉS VÁZQUEZ DE SOLA en La Tertulia
Se pierden las palabras como se pierde la memoria: con el paso de los años. Lo que pasa es que, a veces, con la vejez, hay personas que olvidan el pasado más reciente al tiempo que recuperan los recuerdos de la infancia, y con ellos, también, palabras que ya sólo era posible encontrar en el diccionario. Así fue como Fulgencio empezó a traer un buen día a casa palabras que ni siquiera sus hijos eran capaces de reconocer, y muchísimo menos sus nietos, que apenas si podían entenderse ya con sus progenitores. Nunca podría olvidar en los pocos días que le quedaran de vida, o de lucidez, la cara de tontos que los dos hermanos pusieron al oír por primera vez en sus vidas la primera de aquellas palabras. Se miraron ambos con ojos de interrogación y cara de lelos, para llevarse a continuación cada uno de ellos a la sien el dedo índice de sus respectivas manos útiles, como dando a entender que al abuelo se le hubiera perdido un tornillo, cuando no que se le hubiera ido la olla entera. ¿Pues no se le había ocurrido al abuelo hablarles de monarquía, de reyes y de princesas? ¿Pero es que no se acordaba de que estábamos en pleno siglo XXI y hacía ya décadas de la abolición de la monarquía y la instauración de la Tercera República? ¡Pero qué cosas tiene el abuelo, nombrarnos ahora la monarquía! ¿Pero qué es la monarquía? Eso es lo que se preguntaron los nietos de Fulgencio cuando a su abuelo se le ocurrió contarles aquella historia de la monarquía. Y es que apenas si quedaba ya nadie por allí que supiera el significado de aquella palabreja. Así que no tuvieron más remedio que preguntar: “Abuelo, ¿y qué es la monarquía?” Y entonces fue cuando comprobaron que, definitivamente, al abuelo se le había ido del todo la perola. Pues no se puso a decirles que se trataba del sistema perfecto de gobierno, directamente emanado de la voluntad divina, que le ahorraba al pueblo la enorme responsabilidad de elegir a sus dirigentes y pedirles cuentas, con la trabajera que eso cuesta… En fin, que los nietos se miraron con sorna y echaron a correr para irse a jugar a la consola diciéndose entre risas: “¡Ea, las cosas del abuelo!”
Pues, “¡ea, las cosas del Eduardo!”, podréis decir vosotros ahora. Porque, por mentira que a muchos de nosotros pueda parecernos, el cuento que acabo de inventarme no deja, por desgracia, de ser pura ficción. Y es que, aunque es verdad que se pierden las palabras con el paso de los años, lo lógico es que se pierdan primero las más viejas, las más antiguas, y no las más nuevas, las más modernas. Por eso no parece lógico que una palabra tan vetusta ya como “monarquía” siga todavía vigente en nuestros días, en pleno siglo XXI ya como estamos. Como tampoco parece lógico que se tergiverse y se manipule una votación popular como la puesta recientemente en marcha por el Instituto Cervantes para elegir las palabras más hermosas de nuestra lengua para ocultar que la ganadora ha sido nada más y nada menos que la palabra “república”. Y es que mientras la lengua de Cervantes va perdiendo las palabras con el paso de los años, los dirigentes del instituto que usurpa el nombre del ilustre inventor del Quijote lo que han perdido es la vergüenza. En fin, que se pierden las palabras y se pierde la vergüenza, pero lo que por suerte para mí no se pierden son los archivos que celosamente guardo en ese invento maravilloso llamado ordenador. Así que no me ha costado esfuerzo alguno recuperar para vosotros parte de las palabras que en su día pronuncié aquí mismo con motivo de la presentación de uno de los magníficos libros de mi admirado Andrés Vázquez de Sola, me refiero al espléndido alegato antimonárquico titulado “Jaque mate”. Es decir, que voy esta noche a autoplagiarme una vez más, pero teniendo en cuenta que no pienso cobrar por ello, espero que no me lo tengáis en cuenta.
Aunque nació en 1927, les doy mi palabra de honor de que hace nada que acaba de cumplir los cincuenta, y lo sé porque son los mismos que he cumplido yo y los hemos celebrado juntos. La anterior ocasión que debíamos haber celebrado juntos nuestros respectivos cumpleaños fue cuando cumplimos los treinta, aprovechando que íbamos a coincidir en Madrid con motivo de su doctorado “humoris causa” por la Universidad Autónoma. Porque, aunque yo hubiera estudiado en la Complutense, la verdad es que un doctorado no dejaba de ser un doctorado por mucho que la Autónoma no fuese la Complutense, así que allí me planté, en la mismísima capital del Rei…, perdón, quiero decir en la mismísima capital del Estado, dispuesto a ser testigo de tan magn…, perdón, de tan honorable acontecimiento y escuchar de sus labios su discurso de investidura. Lo que pasa es que me equivoqué de sitio y en vez de presentarme en el Paraninfo de turno terminé perdiéndome en los vericuetos capitalinos, quedándome finalmente con dos palmos de narices y con las ganas de celebrar nuestro quincuagésimo aniversario y su primer doctorado honorífico tan extraordinariamente ganado por su “Aportación al Derecho en clave de humor”, como rezaban…, perdón, como exponían los méritos esgrimidos por la propia Universidad para la aprobación del nombramiento.
Por supuesto que aquélla no fue la única distinción recibida por Vázquez de Sola a lo largo de su todavía corta pero intensa y prolífica vida artística e intelectual, que ahora después pasaré a resumirles con sumo gusto y placer, sino que han sido muchos los galardones y premios que adornan su brillante currículo, no en vano suele limpiarlo no con papel higiénico sino con limón, que es el abrillantador clásico por excelen…, perdón, clásico por antonomasia, según rez…, perdón, según asegura la tradición popular. Por no cansarles, citaré sólo los más destacados, o sea, los tres que ahora me vienen a la memoria, que son el codiciado trofeo internacional de dibujo humorístico Palma d’Oro (en 1972, en Italia), el prestigioso premio Nasreddin Hoca (en 1974, en Turquía) y la presidencia de honor del Festival internacional de la Caricatura (en 1994, en Francia). También recordaré que en 1980 fue objeto de algo tan poco habitual en España como un homenaje colectivo de sus compañeros de profesión, en el que participaron entre otros conocidos humoristas de prensa los famosos Cesc, Perich, Peridis, Forges, Mingote, Martinmorales y muchos más que ahora no recuerdo. Luego vino la investidura de marras que acabo de contarles y que provocó nuestra fallida celebración. Espero que en el futuro no venga un nuevo nombramiento, premio o distinción a distraer mi atención, pues juro…, ¡perdón, puñetas!, prometo que no me perdonaría otro despiste que me abocase a un segundo desencuentro y me impidiese brindar con Andrés cuando ambos cumplamos los sesenta.
Bueno, para quienes se estén preguntando por qué pido tanto perdón, quiero aclarar antes de seguir adelante que Andrés es socio fundador y presidente de la asociación Granada por la República, además de ateo militante, de ahí que me hubiera impuesto yo mismo procurar durante esta presentación cuidar al máximo mi vocabulario para no caer en palabras que hace tiempo deberían haberse ya perdido de nuestro vocubalario, pero que por desgracia, como decía antes, siguen aún vigentes y pudieran herir su sensibilidad por filomonárquicas o pseudorreligiosas. Pero como a lo que se supone que yo venía hoy era a hablaros de Andrés y no de mí, que es defecto común a casi todos los presentadores y en el que yo no quería caer, os diré que este hombre, que se rebauti…, perdón, se renombró a sí mismo como Vázquez de Sola, nació en San Roque (Cádiz), aunque pronto se vino a vivir a Granada de la mano de su familia, como después haría de nuevo, una vez ya jubilado, me refiero a lo de venirse a vivir a Granada, concretamente a Monachil, aunque esta vez fuera él el que trajese a su familia de la mano. Siendo tres las credenciales profesionales que adornan su biografía (a saber, las de periodista, pintor y humorista gráfico), las políticas o ideológicas se circunscriben sólo a una: la de militante del PCE, primero en la clandestinidad en la España franquista, más tarde en el exilio en Francia, y finalmente en la legalidad en la España ya democrática, aunque, en su opinión y la mía, todavía desigual e injusta.
Así que, tras iniciarse como dibujante en el diario granadino Patria y colaborar en los madrileños Madrid, Pueblo e Informaciones, así como en RTVE, en 1959 Andrés se autoexilió en Francia, adonde llegó después de una anecdótica y aventurera travesía peninsular que espero que luego nos cuente, para pasar en la capital del país vecino las penalidades de cualquier emigrante español de la época que se precie, llegando incluso a dormir bajo los puentes del Sena durante una temporada, por lo que bien puede ahora escribir y opinar sobre la emigración con verdadero conocimiento de causa en libros como el que hoy presentamos. Sin embargo, tras las peripecias de rigor, pudo entrar pronto a trabajar en la redacción del prestigioso semanario satírico Le Canard Enchainé, cuya edición de su primer libro, La Gran Corrida Franquista, tuvo tal acogida en los quioscos que la empresa editora se vio gratamente obligada a realizar una tirada especial de un millón de ejemplares, nada menos, que se dice pronto. En París, además de para Le Canard, en donde se mantendría durante más de 30 años, llegando incluso a formar parte de la dirección, trabajó también para Le Monde, Le Monde Diplomatique, L’Humanité, Le Quotidien de Paris, Liberation y otras importantes cabeceras de la prensa gala, además de colaborar en diferentes programas de radio y televisión, hasta que en 1985 decidió regresar a España para instalarse en Granada. Y ya de nuevo en nuestro país, donde también en su día había colaborado en periódicos como Mundo Obrero, El Independiente o Diario de Cádiz y revistas como La Codorniz, Triunfo, Interviú o Páginas del Sur, puso en marcha y dirigió durante sus pocos meses de vida el semanario El Cocodrilo, antes de dedicarse ya desde entonces en exclusiva a la pintura.
Como artista plástico, son innumerables (creo que van ya por más de 130) las exposiciones individuales y colectivas en las que Vázquez de Sola ha participado a lo largo de su vida, tanto en España como en su país de adopción política y otros varios europeos, con temas y títulos tan significativos como Mis cartas marruecas, Vida y milagros del General Franquísimo, Caricaturas de la Cultura Española, Ya tenemos Constitución, Federico García Lorca y sus amigos, Homenaje a las víctimas del franquismo, Las mujeres de mis sueños, República o “esto”, Volad, canciones, volad: 50 años de canción de autor en España, La Generación del 27, Homenaje a Francisco Ayala, Andaluces para la Humanidad, Besitos desde Sodoma, A la pintura y Las hordas marxistas. En su haber artístico destaca asimismo su participación en diferentes exposiciones colectivas en París, junto a firmas tan relevantes como las de Picasso, Kandinski, Manuel Ángeles Ortiz, Saura, Tapies, Guinovart, Genovés, Gordilllo, Úrculo, Canogar, Chillida, Henry Moore, Equipo Crónica, etc. Pero no crean ustedes que Andrés ha ganado algo con tanto cuadro y tanto codearse con lo más granado de la pintura europea de su tiempo. No, ni muchísimo menos, porque resulta que Vázquez de Sola no hace negocios con su arte, es decir, que no vende sus cuadros, a los que se niega incluso a calificar como obras de arte. Bueno, no los vende, pero tampoco los regala. Y, ¿por qué?, se preguntarán ustedes. Pues, según tengo entendido, no los vende porque es comunista, y no los regala porque no es gilipollas. Díganme ustedes si lo suyo no es propio de un provocador, de un agitador, como dijo Felipe Alcaraz durante la presentación de este mismo libro en Sevilla.
Y si no, juzguen por otros de sus muchos títulos publicados, pues, además del que hoy venimos a dar aquí a conocer, Vázquez de Sola es también autor de los siguientes libros: La triste vida de un hombre triste (1968), El General Franquísimo (1971), El Chile de Allende (1974), Giscaricature (1975), Verdadera historia de mi tío el bienaventurado Fray Diego de Cádiz y otras no menos edificantes de mi sagrada familia (1987), Me cago en el Quinto Centenario (1988), Virgo fidelis, virgo clemens, virgo potens y otros virgos (1990), Con dos me acuesto, con diez me levanto (1992), Letras bastardillas. ¡Mamá Constitución cumple 25 años! (2003), República o esto (2004), Europedos (2005), Cenizas de un mar en llamas (2009) y Jaque mate (2010).
Y ahora permítanme que les recuerde para terminar ese último libro, Jaque mate, ese magnífico alegato contra la monarquía, con ocasión de cuya presentación escribí en su día estas palabras. El título, como también es bastante obvio, hace referencia al ajedrez, si bien es cierto que en el milenario e inteligente juego la partida se acaba a la caída del rey perdedor, pero ello no implica nunca la abolición de la monarquía, pues siempre queda en pie el rey ganador. El propio Vázquez de Sola incluye en el libro un recordatorio de tan triste como nada solitario final. Como en otros libros suyos (se ve que le tiene querencia al número) son 16 capítulos, más el prólogo, en este caso, de sus propios puño y letra (bueno, esta expresión habría que ir dejándola ya también para el olvido, pues lo cierto es que las letras las pone ahora el ordenador y al teclado son pocos los que le intentan dar con los puños). En cuanto al texto, como todos los suyos anteriores, va ilustrado con sus famosos dibujos y monigotes que tanta fama le proporcionaron en Francia como indiferencia en España. Mas, ¿qué nos importa a nosotros la indiferencia de un país que sigue rigiéndose por un sistema tan viejo, antiguo, pasado, pretérito, arcaico, primitivo, tradicional, vetusto, rancio, obsoleto, caduco, añoso, apolillado, fósil, arqueológico, trasnochado, carroza, carca…, frente a la fama y el reconocimiento de toda una señora República como la francesa? Pues, eso, que hasta que no consigamos nosotros nuestra Tercera española seguiremos necesitando la lucidez y el trabajo de intelectuales y artistas como el que aquí tenemos hoy el placer de acompañar, la suerte de disfrutar y el honor de homenajear con inmenso cariño y enorme respeto. ¡Y ojalá que sea por muchos años lo del disfrute de su compañía, pero sólo cosa ya de pocos días lo de la Tercera!
No hay comentarios:
Publicar un comentario