miércoles, 3 de julio de 2013

"Troppo mare", entrevista a Javier Egea en TVE-Andalucía.



Foto de Javier Algarra (Diario de Granada, 19.10.1982)



Hoy, por fin, después de un par de meses sin saber cómo hacerlo, he conseguido subir a la red el programa que en su día realicé para el Centro Territorial de TVE en Andalucía, con motivo de la publicación de Troppo mare. Ahora, pues, como testimonio personal y en homenaje a la memoria de Javier Egea, adjunto aquí el enlace al documento, que cuenta también con la intervención de Álvaro Salvador y Luis García Montero, y la interpretación de dos canciones de Aurora Moreno y Enrique Alirangues sobre sendos poemas de nuestro entrañable Quisquete (el apelativo cariñoso con el que conocíamos al poeta sus amigos). La imagen, excelente como siempre en su caso, es de Domingo Jiménez Toledo ("el primo" para los amigos). Podréis comprobar así cómo era el auténtico Javier (en primera persona, y no a través de unos cuantos e incompletos testimonios ajenos, como los que pretenciosamente acapararon el decepcionante reportaje del programa "Tesis" en Canal Sur TV). La transcripción literal de esta entrevista ha sido recientemente publicada en el nº 1 del boletín oficial de la Academia de Buenas Letras de Granada, en cuya página web puede ser leída y descargada.

Éste es el enlace al vídeo en mi cuenta de Youtube:

Javier Egea en el programa "Pasaba por aquí"

Espero que sea de vuestro interés.

miércoles, 19 de junio de 2013

Recuerdo de Al Mutamid en Sevilla, acompañado por la hermosa canción de Carlos Cano




EL VINO DE AL-MUTAMID
(poema inédito de Eduardo Castro)



                                           "El vino esparcía resplandor
                                            a la par que la noche extendía
                                            un manto de oscuridad."
                                                                    (Al-Mutamid)


Por más que recorro Sevilla,
no encuentro ya palmeras que te dieran sombra,
naranjos que surtieran tu mesa.
Las aguas que te acompañaron río abajo
se perdieron para siempre en el mar
cuando cruzabas el estrecho camino del destierro.
Ni siquiera el azahar que perfuma el aire a mi paso
es ya el mismo que alegrara tus noches de primavera.
Deambulo incansable desde hace años por la ciudad que amaste
sin hallar en sus calles más rastro de tu recuerdo
que algunos versos rescatados por mi memoria
entre los muchos que le dedicaste y aún permanecen aquí
suspendidos en el aire. Con ellos consuelo
la frustración de tu perdido legado.
Brindaré, pues, una vez más
en honor de tu poesía dionisíaca.
Beberé hoy este vino como si fuera el mismo que tú bebías.
Así, al posar la copa sobre mis labios
pensaré en la hermosa boca de la amada
para libar, como tú, el divino licor de su saliva.
Y, embriagado por fin con el sagrado fruto de la uva,
recitaré una vez más aquel poema tuyo que, viejo y cansado,
tragándote las lágrimas para no dar gusto a tus guardianes,
cantabas de noche en la oscuridad de tu celda
cuando no esperabas de la vida en el exilio
más recompensa que una muerte redentora…


                                                               (Sevilla, marzo de 2013)

jueves, 23 de mayo de 2013

En el principio fue el verbo (en recuerdo de Javier Egea)



El pasado día 8, Miguel Veyrat, Antonio Molina Flores, Jairo García Jaramillo y yo mismo presentamos en la Feria del Libro de Sevilla el segundo volumen de la Poesía Completa de Javier Egea publicado por Bartleby Editores.

Atendiendo a la petición de uno de los asistentes al acto, mi buen amigo y compañero de profesión (periodística) Miguel Ángel del Hoyo (que vino acompañado del entrañable Juan Ferreras), al día siguiente colgué en mi "muro" de Facebook el texto de mi intervención. Como quiera que me he propuesto reactivar este blog, voy a copiarlo ahora a continuación también aquí.





Intervención de Eduardo Castro en la presentación del 2º volumen de Poesía Completa de Javier Egea en la Feria del Libro de Sevilla (8 de mayo de 2013).-



En el principio fue el verbo, el pensamiento y la lucha. Pero no era un verbo cualquiera, sino la poesía comprometida; no era un pensamiento más, sino la ideología marxista; no era una lucha existencial, sino la lucha de clases. Franco había ya muerto, es verdad; la dictadura había dado paso a la santificada transición, es cierto; pero la lucha de clases seguía vigente, la dialéctica marxista era todavía entonces mayoritariamente tenida por necesaria. No como ahora, cuando parece haber triunfado la teoría del nuevo régimen globalizado, el fin de las ideologías dichosamente alcanzado tras la caída del muro de Berlín y la disolución de la URSS. La Unión Soviética ha muerto, ¡viva la Unión Europea! El comunismo soviético ha muerto, ¡viva el paraíso occidental, viva la democracia liberal! Sin embargo, no somos pocos los que pensamos y proclamamos que la verdadera, la gran epidemia de nuestro tiempo sigue aún siendo el capitalismo. Por muchos antídotos posmodernos con que intenten sanearlo y muchos disfraces pseudodemocráticos con que intenten arroparlo y disimularlo. El capitalismo salvaje impera ya sin tapujos ni contrapunto alguno en nuestras vidas y no parecen quedar proletarios suficientes en el mundo para unirse y conseguir derribarlo, o al menos, intentarlo. Es que ni siquiera parece que haya ya proletarios, al menos en nuestro país. Lo que hay ahora son consumidores, somos consumidores, muchos consumidores. Pero tampoco parece que el grito de “¡Consumidores de todos los países, uníos!” pueda movilizar a casi nadie. Porque lo cierto es que el régimen socialdemócrata de Felipe González se encargó de meternos en la OTAN y desmovilizarnos, desmotivarnos, desideologizarnos. Y aunque el nefasto paréntesis aznariano estuvo a punto de despertarnos de nuevo, lo cierto es que la posterior etapa de Zapatero y el actual gobierno de Rajoy-Merkel parecen habernos anestesiado ya definitivamente bajo la amenaza de la crisis mundial financiera.

La desideologización actual de la sociedad nos ha llevado a que en la conmemoración del centenario de Miguel Hernández se ocultara su condición de militante comunista, algo tan determinante para su obra como lo fue para su vida y, sobre todo, para su muerte. Como se recuerda el pasado de Rafael Alberti, Pablo Neruda, Mario Benedetti y tantos otros buenos poetas obviando su condición de comunistas ilustres. Y, sin embargo, cuando ellos estaban en vida tuvieron a gala proclamarla con orgullo. Como también hizo Javier Egea, del que ahora tanto se escribe y se habla, quien, al entrevistarlo un día para el Diario de Granada, no se recató en declararme sin tapujos: “Yo no soy un poeta comunista. Yo soy un comunista poeta, que no es lo mismo”. Por supuesto que no era lo mismo, ni lo sigue siendo, por mucho que la desmemoria propiciada por la ola liberal posmoderna confunda comunismo con estalinismo y pretenda proscribirlo por ello mientras el fascismo nunca proscrito se revitaliza de nuevo y cobra cada vez más fuerza ante la pasividad del PSOE y el aliento del PP. ¿Tiene, pues, sentido que venga yo ahora a recordaros que fue miembro de la célula Gramsci del PCE, en la que también militamos Juan Carlos Rodríguez, Justo Navarro, José Carlos Rosales, Juan Vida y yo mismo? ¿Tiene sentido que, a pesar de cuantos reniegan ahora de aquella etapa, de aquella militancia, de aquella lucha, sin la cual la salida política de la dictadura franquista hubiera sin duda sido diferente, siga yo aún reivindicando su memoria, su existencia, su historia? ¿Tiene sentido que, ahora que parece como si la palabra comunista se hubiera convertido en sinónimo de apestado, hasta el punto de que algunos que lo fueron se sonrojan cuando se les recuerda, venga yo aquí a evocar el tiempo en que fue considerado un signo de tanto mérito y prestigio que hasta quienes nunca lo fueron presumían de haberlo sido? Quizás me expongo a que alguien pueda interpretar mis palabras como un canto nostálgico al “cualquier tiempo pasado fue mejor”, un panegírico al “contra Franco luchábamos mejor”. Pero no es eso, por supuesto, ni muchísimo menos.

Añadiré además que mi amigo y camarada Javier Egea presentó una lectura mía de relatos en La Tertulia de Granada con las palabras que más he apreciado, y sigo apreciando aún, de todas las que jamás nadie haya en público pronunciado sobre mi persona. Y voy a repetir aquí, en homenaje a su memoria, un extracto de aquella presentación que considero aún vigente y válido también en sentido contrario, es decir, que haré mías sus palabras de entonces para devolvérselas íntegras en recuerdo de nuestra amistad:

“Conocí a Eduardo…”, dijo aquella noche Javier, y ahora cambio yo sujeto por predicado, y viceversa, para decir: “Conocía a Javier, allá por la primera agonía del dictador. Trabajamos, junto a otros camaradas, en una célula comunista a la que Antonio Gramsci había prestado su nombre. Nos hicimos grandes amigos. Han pasado los años y seguimos siendo amigos y camaradas. Sabemos que, a pesar de vernos de tarde en tarde, no es necesaria ninguna palabra para justificarnos. Y esto no es fácil en el mundo capitalista. Pero todo está ya muy claro. Y cada día más. Por eso voy a utilizar para presentarle un texto (mi último trabajo), un poema que considero bastante argumental y expositivo (quizá con suerte también clarificador) de cómo fuimos encontrando, a través de aquellas reuniones clandestinas, aquellas lecturas comunes, aquel dolor común, la hermosa y terrible luz que hace posible que hoy les pueda hablar tajantemente de nuestra amistad, sin necesidad de falsos halagos y gratuitas perífrasis. Ustedes se preguntarán cómo es posible poner la mano en el fuego, ni siquiera tratándose de un amigo. Y yo me atrevo a afirmar, sin ningún pudor, que mientras nuestro horizonte sea el mismo (y, por tanto, la lucha por él), no sólo pondré la mano en el fuego, sino que me la dejaré abrasar muy gustosamente. Porque para eso hemos venido a este mundo: para quemarnos.”

Ésas fueron sus palabras de entonces y puedo darles fe de que, 30 años después, nuestro horizonte, el suyo y el mío, y espero que también el de muchos de ustedes, sigue todavía siendo el mismo. He aquí ya, pues, el poema que aquella noche me dedicó Javier en La Tertulia y que hoy ha visto por fin la luz en letras de imprenta al ser incluido en este segundo volumen de su Poesía Completa que aquí presentamos esta tarde:



Sin saber cómo nos quedamos solos en mitad de la historia.
O quizá fue
que la soledad era como un útero blanco,
y una pregunta torpe el agua que caía gota a gota
sobre la piel de la ciudad vencida.

Sin saber cómo
temblamos al mirarnos las manos del presagio cada día:
el hueco enorme y el dolor: el éxodo.

Buscar algún recodo del camino
es parte del trabajo que nos une,
buscar lo que quedó de la alegría
en medio de un terrible silencio compartido.

Lo demás huelga, hermano, camarada.

El único programa del gobierno es saber lo que eres,
por qué vas por la calle,
por qué alumbras a veces y te apagas de golpe,
es saber que a pesar del parlamento
florecen los almendros y se agotan
y no estamos allí sobre la tierra
atentos a la extraña dimensión
de las hojas rotas, perdidas,
como aquella ponencia que se quedó en el gesto de los héroes
que nunca hicieron falta: la voz innecesaria: la arena y la palabra.

Sin saber cómo nos vamos viendo tristes
y no estamos allí recogiendo el agua a borbotones.

Que hay que gobernar este mundo con besos.
Lo demás hojarasca, ceniza, tiempo roto.
Lo demás es la muerte, es andar por la historia
sin saber la distancia que separa tu mano de la mía.

                [Javier Egea. Granada, marzo de 1980.]

jueves, 31 de enero de 2013

Homenaje a Vázquez de Sola

El pasado lunes, día 28 de enero, La Tertulia organizó y celebró un homenaje a Andrés Vázquez de Sola, en el que participé. Éste es el texto de mi intervención.



Eduarco Castro: Palabras para el homenaje a ANDRÉS VÁZQUEZ DE SOLA en La Tertulia

Se pierden las palabras como se pierde la memoria: con el paso de los años. Lo que pasa es que, a veces, con la vejez, hay personas que olvidan el pasado más reciente al tiempo que recuperan los recuerdos de la infancia, y con ellos, también, palabras que ya sólo era posible encontrar en el diccionario. Así fue como Fulgencio empezó a traer un buen día a casa palabras que ni siquiera sus hijos eran capaces de reconocer, y muchísimo menos sus nietos, que apenas si podían entenderse ya con sus progenitores. Nunca podría olvidar en los pocos días que le quedaran de vida, o de lucidez, la cara de tontos que los dos hermanos pusieron al oír por primera vez en sus vidas la primera de aquellas palabras. Se miraron ambos con ojos de interrogación y cara de lelos, para llevarse a continuación cada uno de ellos a la sien el dedo índice de sus respectivas manos útiles, como dando a entender que al abuelo se le hubiera perdido un tornillo, cuando no que se le hubiera ido la olla entera. ¿Pues no se le había ocurrido al abuelo hablarles de monarquía, de reyes y de princesas? ¿Pero es que no se acordaba de que estábamos en pleno siglo XXI y hacía ya décadas de la abolición de la monarquía y la instauración de la Tercera República? ¡Pero qué cosas tiene el abuelo, nombrarnos ahora la monarquía! ¿Pero qué es la monarquía? Eso es lo que se preguntaron los nietos de Fulgencio cuando a su abuelo se le ocurrió contarles aquella historia de la monarquía. Y es que apenas si quedaba ya nadie por allí que supiera el significado de aquella palabreja. Así que no tuvieron más remedio que preguntar: “Abuelo, ¿y qué es la monarquía?” Y entonces fue cuando comprobaron que, definitivamente, al abuelo se le había ido del todo la perola. Pues no se puso a decirles que se trataba del sistema perfecto de gobierno, directamente emanado de la voluntad divina, que le ahorraba al pueblo la enorme responsabilidad de elegir a sus dirigentes y pedirles cuentas, con la trabajera que eso cuesta… En fin, que los nietos se miraron con sorna y echaron a correr para irse a jugar a la consola diciéndose entre risas: “¡Ea, las cosas del abuelo!”

Pues, “¡ea, las cosas del Eduardo!”, podréis decir vosotros ahora. Porque, por mentira que a muchos de nosotros pueda parecernos, el cuento que acabo de inventarme no deja, por desgracia, de ser pura ficción. Y es que, aunque es verdad que se pierden las palabras con el paso de los años, lo lógico es que se pierdan primero las más viejas, las más antiguas, y no las más nuevas, las más modernas. Por eso no parece lógico que una palabra tan vetusta ya como “monarquía” siga todavía vigente en nuestros días, en pleno siglo XXI ya como estamos. Como tampoco parece lógico que se tergiverse y se manipule una votación popular como la puesta recientemente en marcha por el Instituto Cervantes para elegir las palabras más hermosas de nuestra lengua para ocultar que la ganadora ha sido nada más y nada menos que la palabra “república”. Y es que mientras la lengua de Cervantes va perdiendo las palabras con el paso de los años, los dirigentes del instituto que usurpa el nombre del ilustre inventor del Quijote lo que han perdido es la vergüenza. En fin, que se pierden las palabras y se pierde la vergüenza, pero lo que por suerte para mí no se pierden son los archivos que celosamente guardo en ese invento maravilloso llamado ordenador. Así que no me ha costado esfuerzo alguno recuperar para vosotros parte de las palabras que en su día pronuncié aquí mismo con motivo de la presentación de uno de los magníficos libros de mi admirado Andrés Vázquez de Sola, me refiero al espléndido alegato antimonárquico titulado “Jaque mate”. Es decir, que voy esta noche a autoplagiarme una vez más, pero teniendo en cuenta que no pienso cobrar por ello, espero que no me lo tengáis en cuenta.

Aunque nació en 1927, les doy mi palabra de honor de que hace nada que acaba de cumplir los cincuenta, y lo sé porque son los mismos que he cumplido yo y los hemos celebrado juntos. La anterior ocasión que debíamos haber celebrado juntos nuestros respectivos cumpleaños fue cuando cumplimos los treinta, aprovechando que íbamos a coincidir en Madrid con motivo de su doctorado “humoris causa” por la Universidad Autónoma. Porque, aunque yo hubiera estudiado en la Complutense, la verdad es que un doctorado no dejaba de ser un doctorado por mucho que la Autónoma no fuese la Complutense, así que allí me planté, en la mismísima capital del Rei…, perdón, quiero decir en la mismísima capital del Estado, dispuesto a ser testigo de tan magn…, perdón, de tan honorable acontecimiento y escuchar de sus labios su discurso de investidura. Lo que pasa es que me equivoqué de sitio y en vez de presentarme en el Paraninfo de turno terminé perdiéndome en los vericuetos capitalinos, quedándome finalmente con dos palmos de narices y con las ganas de celebrar nuestro quincuagésimo aniversario y su primer doctorado honorífico tan extraordinariamente ganado por su “Aportación al Derecho en clave de humor”, como rezaban…, perdón, como exponían los méritos esgrimidos por la propia Universidad para la aprobación del nombramiento.

Por supuesto que aquélla no fue la única distinción recibida por Vázquez de Sola a lo largo de su todavía corta pero intensa y prolífica vida artística e intelectual, que ahora después pasaré a resumirles con sumo gusto y placer, sino que han sido muchos los galardones y premios que adornan su brillante currículo, no en vano suele limpiarlo no con papel higiénico sino con limón, que es el abrillantador clásico por excelen…, perdón, clásico por antonomasia, según rez…, perdón, según asegura la tradición popular. Por no cansarles, citaré sólo los más destacados, o sea, los tres que ahora me vienen a la memoria, que son el codiciado trofeo internacional de dibujo humorístico Palma d’Oro (en 1972, en Italia), el prestigioso premio Nasreddin Hoca (en 1974, en Turquía) y la presidencia de honor del Festival internacional de la Caricatura (en 1994, en Francia). También recordaré que en 1980 fue objeto de algo tan poco habitual en España como un homenaje colectivo de sus compañeros de profesión, en el que participaron entre otros conocidos humoristas de prensa los famosos Cesc, Perich, Peridis, Forges, Mingote, Martinmorales y muchos más que ahora no recuerdo. Luego vino la investidura de marras que acabo de contarles y que provocó nuestra fallida celebración. Espero que en el futuro no venga un nuevo nombramiento, premio o distinción a distraer mi atención, pues juro…, ¡perdón, puñetas!, prometo que no me perdonaría otro despiste que me abocase a un segundo desencuentro y me impidiese brindar con Andrés cuando ambos cumplamos los sesenta.

Bueno, para quienes se estén preguntando por qué pido tanto perdón, quiero aclarar antes de seguir adelante que Andrés es socio fundador y presidente de la asociación Granada por la República, además de ateo militante, de ahí que me hubiera impuesto yo mismo procurar durante esta presentación cuidar al máximo mi vocabulario para no caer en palabras que hace tiempo deberían haberse ya perdido de nuestro vocubalario, pero que por desgracia, como decía antes, siguen aún vigentes y pudieran herir su sensibilidad por filomonárquicas o pseudorreligiosas. Pero como a lo que se supone que yo venía hoy era a hablaros de Andrés y no de mí, que es defecto común a casi todos los presentadores y en el que yo no quería caer, os diré que este hombre, que se rebauti…, perdón, se renombró a sí mismo como Vázquez de Sola, nació en San Roque (Cádiz), aunque pronto se vino a vivir a Granada de la mano de su familia, como después haría de nuevo, una vez ya jubilado, me refiero a lo de venirse a vivir a Granada, concretamente a Monachil, aunque esta vez fuera él el que trajese a su familia de la mano. Siendo tres las credenciales profesionales que adornan su biografía (a saber, las de periodista, pintor y humorista gráfico), las políticas o ideológicas se circunscriben sólo a una: la de militante del PCE, primero en la clandestinidad en la España franquista, más tarde en el exilio en Francia, y finalmente en la legalidad en la España ya democrática, aunque, en su opinión y la mía, todavía desigual e injusta.

Así que, tras iniciarse como dibujante en el diario granadino Patria y colaborar en los madrileños Madrid, Pueblo e Informaciones, así como en RTVE, en 1959 Andrés se autoexilió en Francia, adonde llegó después de una anecdótica y aventurera travesía peninsular que espero que luego nos cuente, para pasar en la capital del país vecino las penalidades de cualquier emigrante español de la época que se precie, llegando incluso a dormir bajo los puentes del Sena durante una temporada, por lo que bien puede ahora escribir y opinar sobre la emigración con verdadero conocimiento de causa en libros como el que hoy presentamos. Sin embargo, tras las peripecias de rigor, pudo entrar pronto a trabajar en la redacción del prestigioso semanario satírico Le Canard Enchainé, cuya edición de su primer libro, La Gran Corrida Franquista, tuvo tal acogida en los quioscos que la empresa editora se vio gratamente obligada a realizar una tirada especial de un millón de ejemplares, nada menos, que se dice pronto. En París, además de para Le Canard, en donde se mantendría durante más de 30 años, llegando incluso a formar parte de la dirección, trabajó también para Le Monde, Le Monde Diplomatique, L’Humanité, Le Quotidien de Paris, Liberation y otras importantes cabeceras de la prensa gala, además de colaborar en diferentes programas de radio y televisión, hasta que en 1985 decidió regresar a España para instalarse en Granada. Y ya de nuevo en nuestro país, donde también en su día había colaborado en periódicos como Mundo Obrero, El Independiente o Diario de Cádiz y revistas como La Codorniz, Triunfo, Interviú o Páginas del Sur, puso en marcha y dirigió durante sus pocos meses de vida el semanario El Cocodrilo, antes de dedicarse ya desde entonces en exclusiva a la pintura.

Como artista plástico, son innumerables (creo que van ya por más de 130) las exposiciones individuales y colectivas en las que Vázquez de Sola ha participado a lo largo de su vida, tanto en España como en su país de adopción política y otros varios europeos, con temas y títulos tan significativos como Mis cartas marruecas, Vida y milagros del General Franquísimo, Caricaturas de la Cultura Española, Ya tenemos Constitución, Federico García Lorca y sus amigos, Homenaje a las víctimas del franquismo, Las mujeres de mis sueños, República o “esto”, Volad, canciones, volad: 50 años de canción de autor en España, La Generación del 27, Homenaje a Francisco Ayala, Andaluces para la Humanidad, Besitos desde Sodoma, A la pintura y Las hordas marxistas. En su haber artístico destaca asimismo su participación en diferentes exposiciones colectivas en París, junto a firmas tan relevantes como las de Picasso, Kandinski, Manuel Ángeles Ortiz, Saura, Tapies, Guinovart, Genovés, Gordilllo, Úrculo, Canogar, Chillida, Henry Moore, Equipo Crónica, etc. Pero no crean ustedes que Andrés ha ganado algo con tanto cuadro y tanto codearse con lo más granado de la pintura europea de su tiempo. No, ni muchísimo menos, porque resulta que Vázquez de Sola no hace negocios con su arte, es decir, que no vende sus cuadros, a los que se niega incluso a calificar como obras de arte. Bueno, no los vende, pero tampoco los regala. Y, ¿por qué?, se preguntarán ustedes. Pues, según tengo entendido, no los vende porque es comunista, y no los regala porque no es gilipollas. Díganme ustedes si lo suyo no es propio de un provocador, de un agitador, como dijo Felipe Alcaraz durante la presentación de este mismo libro en Sevilla.

Y si no, juzguen por otros de sus muchos títulos publicados, pues, además del que hoy venimos a dar aquí a conocer, Vázquez de Sola es también autor de los siguientes libros: La triste vida de un hombre triste (1968), El General Franquísimo (1971), El Chile de Allende (1974), Giscaricature (1975), Verdadera historia de mi tío el bienaventurado Fray Diego de Cádiz y otras no menos edificantes de mi sagrada familia (1987), Me cago en el Quinto Centenario (1988), Virgo fidelis, virgo clemens, virgo potens y otros virgos (1990), Con dos me acuesto, con diez me levanto (1992), Letras bastardillas. ¡Mamá Constitución cumple 25 años! (2003), República o esto (2004), Europedos (2005), Cenizas de un mar en llamas (2009) y Jaque mate (2010).

Y ahora permítanme que les recuerde para terminar ese último libro, Jaque mate, ese magnífico alegato contra la monarquía, con ocasión de cuya presentación escribí en su día estas palabras. El título, como también es bastante obvio, hace referencia al ajedrez, si bien es cierto que en el milenario e inteligente juego la partida se acaba a la caída del rey perdedor, pero ello no implica nunca la abolición de la monarquía, pues siempre queda en pie el rey ganador. El propio Vázquez de Sola incluye en el libro un recordatorio de tan triste como nada solitario final. Como en otros libros suyos (se ve que le tiene querencia al número) son 16 capítulos, más el prólogo, en este caso, de sus propios puño y letra (bueno, esta expresión habría que ir dejándola ya también para el olvido, pues lo cierto es que las letras las pone ahora el ordenador y al teclado son pocos los que le intentan dar con los puños). En cuanto al texto, como todos los suyos anteriores, va ilustrado con sus famosos dibujos y monigotes que tanta fama le proporcionaron en Francia como indiferencia en España. Mas, ¿qué nos importa a nosotros la indiferencia de un país que sigue rigiéndose por un sistema tan viejo, antiguo, pasado, pretérito, arcaico, primitivo, tradicional, vetusto, rancio, obsoleto, caduco, añoso, apolillado, fósil, arqueológico, trasnochado, carroza, carca…, frente a la fama y el reconocimiento de toda una señora República como la francesa? Pues, eso, que hasta que no consigamos nosotros nuestra Tercera española seguiremos necesitando la lucidez y el trabajo de intelectuales y artistas como el que aquí tenemos hoy el placer de acompañar, la suerte de disfrutar y el honor de homenajear con inmenso cariño y enorme respeto. ¡Y ojalá que sea por muchos años lo del disfrute de su compañía, pero sólo cosa ya de pocos días lo de la Tercera!

lunes, 21 de enero de 2013

Opinión de libros: NEVEROS GRANADINOS

Opinión de libros: NEVEROS GRANADINOS:   LA HERMANDAD DE LA NIEVE JOSÉ VICENTE PASCUAL Ediciones EVOHÉ. 2012 Crónica de un poeta que habita en las nieves leonesa...