A continuación reproduzco la columna publicada por Olalla (sistercastro) en homenaje a Benedetti el martes 19 de mayo en el diario La Opinión de Granada.
Al poeta discreto
Fue, junto con Neruda, quien llenó de versos las primeras heridas, quien inauguró mi conciencia política y poética, dando nombre a embrionarias rebeliones, que surgieron al albor de las primeras dudas y sospechas. Fue el poeta con el que abandoné la infancia y descubrí tristezas y trincheras, y hubo un tiempo en el que convertí en ritual recorrer sus versos discretos y sencillos, ésos de los que nadie habló después en los círculos universitarios, ésos que parecía de mal gusto citar entre poetas. Cuando llegaron Borges, Joyce, Kafka, Musil o Dostoievski, cuando el paisaje literario se volvió denso, llenando de prosa mis predilecciones, cuando parecía que había que arrepentirse o avergonzarse, no me ruboricé al declamar de memoria sus estrofas (somos torpes o demasiado cautos / pensamos que la batalla es nuestra o de ninguno), al encabezar mis trabajos con sus versos (no te salves ahora ni nunca / no te salves); no supe, no pude abandonarle. Siempre me pareció mezquina la soberbia con que los intelectuales abjuraban de él, el desprecio abyecto de algunos elitistas que tachaban sus versos de infantiles, que describían su tierna ingenuidad como una tara. Y, aunque lo fui relegando un poco, sin casi darme cuenta, más por necesidad de hacer hueco a otros hallazgos que por purismo, siempre hubo quien me obsequió con un último poemario que yo leía con enorme cariño, fiel a la ternura y al respeto que el poeta me inspiraba. Así, sus versos envejecieron delante de mis ojos, se llenaron de arrugas y de canas, se encorvaron suavizando nostalgias y recuerdos, relativizando victorias y derrotas, haciendo de la memoria y de la espera de la muerte un refugio tranquilo (Me he quedado con las manos vacías / esperando que alguien me convoque). Me conmovió la belleza apocada de su escritura postrera (A los ochenta las paredes miran / y a veces hablan y aseguran / que todavía no van a derrumbarse), la forma en que Benedetti presentía la muerte, a veces con estoicismo (La juventud está tan lejos / la infancia tan remota / las pugnas tan perdidas / que no hay que buscar más / porque es inútil), a veces con vetas de rabia, agitándose aún al sentirse vencido (No quise ser escarcha / y sin embargo / me arrinconó la vida). Me provocó una ternura infinita su imagen dulce de abuelo de todos, su voz apagada, esa forma suya de leer los versos como quien lee para sí mismo, seguro de que no vale la pena alzar la voz para tan poca cosa como un verso. Me conquistaron su humildad y su decoro, su forma de huir de la estridencia, la lección sin precio de su huella discreta. Y hoy le lloro porque, a estas alturas, su rostro familiar, su poesía tantas veces compañera, su murmullo literario que lleva casi dos décadas conmigo, me hacen quererle como a un maestro, admirarle como se admira a un viejo amigo.
Olalla Castro.
domingo, 31 de mayo de 2009
miércoles, 20 de mayo de 2009
Va por Benedetti
Como homenaje personal a Mario Benedetti, reproduzco a continuación, para inaugurar este blog, el artículo por mí publicado en la sección "Puerta Real" del diario 'Ideal' de Granada, un sábado del verano de 2004, días antes de la reunión del jurado que falló el primer premio internacional de poesía Ciudad de Granada-Federico García Lorca, al que el poeta uruguayo era aquel año candidato (fallido, como en sucesivas ediciones).
Va por Benedetti
Dicen las malas lenguas que el premio Lorca de poesía ya está dado y a cambio de un favor. O de un futuro sillón, que para el caso viene a ser lo mismo. Y aunque yo no les conceda crédito alguno, será el tiempo, por supuesto, quien se encargue de confirmar o desmentir los malintencionados rumores que de un tiempo a esta parte se vienen difundiendo en tal sentido por los círculos literarios de la ciudad. Alguien debería salir al paso de tales bulos antes de que el jurado dé a conocer su fallo el próximo martes, pues luego podría ser quizás demasiado tarde si el nombre del premiado coincide con el que ahora se rumorea, por mucho que éste pudiera merecerlo y muy limpia que hubiese sido la votación, y conste que a mí no me cabe la menor duda de que así lo será. Sin embargo, de no haberse aclarado antes el entuerto, flaco favor se le haría entonces a la credibilidad de un galardón internacional que aúna el nombre de la ciudad de Granada con el de Federico García Lorca, y que no en vano aspira a convertirse en el ‘Cervantes’ de la poesía.
Cierto es que nadie me ha dado vela en este entierro (ni siquiera fui invitado, como tantos otros colegas, a su presentación oficial), pero como uno tiene su ‘corazoncito’ y sus preferencias literarias, aparte de cierta querencia ‘lorquiana’ (avalada por varios libros y decenas de artículos, entrevistas, reportajes y columnas de opinión sobre nuestro poeta más universal), no he podido resistir la tentación de abrir la página ‘web’ editada por nuestro Ayuntamiento en Internet, para participar en el sondeo que se está realizando para conocer, sólo a título informativo, los favoritos de la opinión popular. Y, como ya habrán adivinado por el título de arriba, he votado por Mario Benedetti. No sólo porque de ganar el uruguayo se silenciarían de inmediato todas las habladurías, sino porque sinceramente creo que, de las candidaturas propuestas, la suya es la que más méritos reúne y mayor prestigio daría al premio en esta primera convocatoria.
Repasen tan sólo la bibliografía del ‘aguafiestas Benedetti’ (como cariñosamente lo bautizó en 1995, desde la otra orilla del Río de la Plata, su biógrafo y tocayo Mario Paoletti) y comprobarán que su obra alcanza cotas de calidad literaria y compromiso social difícilmente superables por la de ninguno de los restantes candidatos conocidos. Que me perdonen Caballero Bonald y Rafael Guillén, buenos amigos y mejores poetas, pero desde que lo conocí en Granada (cómo olvidar aquella noche mágica en ‘La Tertulia’) Benedetti me dejó cautivado para siempre con sus versos, cuya profundidad y belleza tanto ayudaban a subrayar la ternura de su mirada y su entrañable acento porteño. Y aunque todavía goce por fortuna de buena salud, no debe olvidarse que el autor de ‘Inventario’, ‘Gracias por el fuego’ o ‘Pedro y el capitán’, por citar sólo tres de sus títulos más representativos, ha cumplido ya 84 años, sin que su obra haya sido aún reconocida con el Nobel o el Cervantes, a pesar de haber optado a ellos en distintas ocasiones. Así, pues, la concesión del premio Lorca no sólo podría reparar esta injusticia, sino permitirnos disfrutar de nuevo de la presencia del ‘aguafiestas’ en Granada. Cuánto daría por oír en su voz los versos de su poemario más reciente, ‘El mundo que respiro’: “A los ochenta las paredes miran / y a veces hablan y aseguran / que todavía no van a derrumbarse / pero uno por si acaso sale a la intemperie / y encuentra que es un refugio acogedor”.
Va por Benedetti
Dicen las malas lenguas que el premio Lorca de poesía ya está dado y a cambio de un favor. O de un futuro sillón, que para el caso viene a ser lo mismo. Y aunque yo no les conceda crédito alguno, será el tiempo, por supuesto, quien se encargue de confirmar o desmentir los malintencionados rumores que de un tiempo a esta parte se vienen difundiendo en tal sentido por los círculos literarios de la ciudad. Alguien debería salir al paso de tales bulos antes de que el jurado dé a conocer su fallo el próximo martes, pues luego podría ser quizás demasiado tarde si el nombre del premiado coincide con el que ahora se rumorea, por mucho que éste pudiera merecerlo y muy limpia que hubiese sido la votación, y conste que a mí no me cabe la menor duda de que así lo será. Sin embargo, de no haberse aclarado antes el entuerto, flaco favor se le haría entonces a la credibilidad de un galardón internacional que aúna el nombre de la ciudad de Granada con el de Federico García Lorca, y que no en vano aspira a convertirse en el ‘Cervantes’ de la poesía.
Cierto es que nadie me ha dado vela en este entierro (ni siquiera fui invitado, como tantos otros colegas, a su presentación oficial), pero como uno tiene su ‘corazoncito’ y sus preferencias literarias, aparte de cierta querencia ‘lorquiana’ (avalada por varios libros y decenas de artículos, entrevistas, reportajes y columnas de opinión sobre nuestro poeta más universal), no he podido resistir la tentación de abrir la página ‘web’ editada por nuestro Ayuntamiento en Internet, para participar en el sondeo que se está realizando para conocer, sólo a título informativo, los favoritos de la opinión popular. Y, como ya habrán adivinado por el título de arriba, he votado por Mario Benedetti. No sólo porque de ganar el uruguayo se silenciarían de inmediato todas las habladurías, sino porque sinceramente creo que, de las candidaturas propuestas, la suya es la que más méritos reúne y mayor prestigio daría al premio en esta primera convocatoria.
Repasen tan sólo la bibliografía del ‘aguafiestas Benedetti’ (como cariñosamente lo bautizó en 1995, desde la otra orilla del Río de la Plata, su biógrafo y tocayo Mario Paoletti) y comprobarán que su obra alcanza cotas de calidad literaria y compromiso social difícilmente superables por la de ninguno de los restantes candidatos conocidos. Que me perdonen Caballero Bonald y Rafael Guillén, buenos amigos y mejores poetas, pero desde que lo conocí en Granada (cómo olvidar aquella noche mágica en ‘La Tertulia’) Benedetti me dejó cautivado para siempre con sus versos, cuya profundidad y belleza tanto ayudaban a subrayar la ternura de su mirada y su entrañable acento porteño. Y aunque todavía goce por fortuna de buena salud, no debe olvidarse que el autor de ‘Inventario’, ‘Gracias por el fuego’ o ‘Pedro y el capitán’, por citar sólo tres de sus títulos más representativos, ha cumplido ya 84 años, sin que su obra haya sido aún reconocida con el Nobel o el Cervantes, a pesar de haber optado a ellos en distintas ocasiones. Así, pues, la concesión del premio Lorca no sólo podría reparar esta injusticia, sino permitirnos disfrutar de nuevo de la presencia del ‘aguafiestas’ en Granada. Cuánto daría por oír en su voz los versos de su poemario más reciente, ‘El mundo que respiro’: “A los ochenta las paredes miran / y a veces hablan y aseguran / que todavía no van a derrumbarse / pero uno por si acaso sale a la intemperie / y encuentra que es un refugio acogedor”.